A lo largo de mi vida he tenido la oportunidad de conocer, conversar y entrevistar a varios sobrevivientes de la Shoa, el holocausto de la segunda guerra mundial. Sus testimonios son extrañamente tan similares y a la vez tan diferentes, que me llegan al alma. Este año como parte de los actos de recordación en el Colegio IBN Gabirol, Estrella Toledano, en Madrid conocí sobre dos mujeres extraordinarias: Violeta Fridman y Eva Leitman Bohrer.
En un rincón del escenario bajo una luz muy tenue estaba Patricia Weisz quien pausada y tranquila contó que su madre, Violeta Fridman nació en una pequeña ciudad de Transilvania y poco antes de cumplir los catorce años fue llevada, junto a toda su familia, a los Campo de la Muerte de Auschwitz. Solo ella y su hermana lograron sobrevivir al horror que vivieron. El destino le llevó a España donde durante treinta y nueve años guardó silencio sobre la pesadilla que le había tocado vivir. En 1985, cuando el exjefe de las SS Leon Degrelle, —sentenciado en rebeldía a pena de muerte por sus crímenes— encontró asilo en España, Violeta supo que no podía seguir callando. Degrelle negaba el genocidio nazi, ironizaba sobre los campos de exterminio y efectuaba juicios ofensivos de tono racista y antisemita. Ella inició un largo y difícil proceso legal hasta que el 11 de noviembre de 1991 logró la sentencia del Tribunal Constitucional de España, consagrando el derecho al honor y a la verdad. Esta sentencia sentó doctrina constitucional y fue la antesala de la reforma del Código Penal en materia de racismo. Se convirtió en una activa defensora de los derechos humanos hasta su muerte el 4 de octubre de 2000.
Patricia terminó su relato e inmediatamente una mujer que estaba a su lado comenzó a hablar. Era Eva Leitman Bohrer, quien nació durante de la segunda guerra mundial. Era apenas una bebé cuando su familia se refugiaba en un sótano en el Gueto de Budapest, allí sin alimentos y sufriendo por el frío inclemente, su familia esperaba un milagro. Ahora sentada frente a nosotros contó como junto a su madre y hermano logró escapar de la muerte gracias al Angel de Budapest, un diplomático de la embajada española llamado Ángel Sanz-Briz, quien arriesgando su vida emitió miles de visados y pasaportes gracias a los cuales logró salvar de la muerte a miles de judíos. Hoy Eva participa activamente en diferentes organizaciones donde trabaja a favor de los derechos humanos.
Sus historias me impactaron, especialmente por la interpretación de estudiantes que, con una sensibilidad impresionante, protagonizaron simultáneamente un Teatro de Testimonio, representando la vida de ambas mujeres.
Cada año, el 27 de Nisan en el Calendario Hebreo, las comunidades judías de todo el mundo recuerdan el horror de la barbarie nazi, con la intención de evitar que algo así vuelva a ocurrir, sin embargo, un reciente estudio encargado por The Conference on Jewish Material Claim Against Germany reveló que uno de cada cinco jóvenes estadounidenses no ha escuchado nunca hablar del holocausto; “Una victoria póstuma para Hitler” titula el diario ABC”.
Que la vida de Violeta y Eva nos abran los ojos. No podemos seguir indiferentes ante las situaciones de xenofobia, racismo y discriminación que siguen existiendo en el mundo. No, no basta con recordar nos toca actuar. ¿O preferimos pasar a la historia como aquellos que con su silencio fueron cómplices del holocausto?
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