Una vez más visitaba el Museo del Prado ahora para aprender sobre el retrato áulico español: el retrato del palacio. El plan era revivir la historia de la corona española gracias a los grandes retratistas de la corte, pero curiosamente para mí, el recorrido a través de las más cotizadas obras de arte de Madrid tomó un giro inesperado que me llevaría hasta mi querido Panamá, específicamente a las playas de las paradisíacas islas del Pacífico.
Cuenta la historia que en el siglo XVI un esclavo encontró en las aguas del Archipiélago de las Perlas una gema muy valiosa. La perla sorprendió por su gran tamaño y forma inusual y le llamaron “La Peregrina” no porque vaticinaran sus periplos históricos, sino porque en esa época “peregrina” significaba “rara, caprichosa, especial”; también se podría decir eso de la personalidad de algunas de sus poseedoras en el tiempo. Fue tan impresionante el hallazgo que al esclavo se le dio la libertad. Hay varias versiones sobre el cómo y el cuándo la joya llegó a España; pero todos la colocan en manos del rey Felipe II, gracias a quien la monarquía española llegó a ser la primera potencia de Europa. La versión más difundida dice que la heredó de sus padres, el rey Carlos I y la reina Isabel de Portugal. La prueba de esto es el regio retrato de Tiziano de 1548, donde hermosa joya luce sobre el pecho de la reina.
El retrato sobrio y elegante de Felipe II da la bienvenida a la sala del museo que guarda los secretos de la corona española. Era todavía príncipe cuando enviudó de su primera esposa, su prima María Manuela de Portugal, con quien tuvo un hijo. Años después se casó con la prima de su padre, once años mayor que él, era la reina María I de Inglaterra, conocida como María Tudor. Algunos expertos dicen que en el retrato del artista Antonio Moro luce la espectacular perla en forma de gota traída desde Panamá.
María Tudor no tuvo hijos y tras su muerte la dejó en legado a la corona española. Otra versión insiste en que “La Peregrina” llegó a España mucho después y que fue entregada como regalo de bodas a Isabel de Valois, la tercera esposa de Felipe II. Una niña de tan solo 13 años con quien el rey tuvo dos hijas. La joven reina murió horas después de un complicado parto prematuro con solo 22 años, pero su imagen quedó plasmada para siempre en el retrato de Juan Pantoja de la Cruz, en el cual luce sus mejores galas y por supuesto la perla en forma de lágrima adornando sus cabellos.
Dos años después Felipe II se vuelve a casar y “La Peregrina” pasa a manos de su cuarta esposa, su sobrina la archiduquesa Ana de Austria, con quien tuvo cinco hijos entre ellos el futuro rey Felipe III. La nueva reina fue retratada el mismo año de su matrimonio luciendo lo que a partir de entonces se llamaría “El Joyel de los Austrias”: un diamante perfecto de cien quilates llamado “El Estanque” unido a la maravillosa perla encontrada en aguas panameñas.
Tras la muerte de su cuarta esposa, Felipe II no se volvió a casar. Vivió dieciocho años más, de los cuales pasó los últimos 10 años prácticamente postrado en su cama en el Monasterio del Escorial. La estupenda perla que había sido encontrada por aquel esclavo fue a parar a manos de Margarita de Austria, quien a sus quince años ya habían casado con el rey Felipe III. Ambos posaron con sus mejores galas para ser retratados por Diego Velázquez, uno de los más grandes artistas españoles, quien logró plasmar en sus obras la singular belleza de aquella gema que venía de Panamá.
El famoso Joyel de los Austrias siguió pasando de generación en generación. Así Felipe IV lo entregó a su primera esposa Isabel de Borbón y después a su segunda esposa Mariana de Austria, con quien tuvo al rey Felipe IV, quien a su vez lo entregó a su esposa María Luisa de Orleans. Todas ellas lucieron orgullosas “La Peregrina” panameña.
La preciosa joya sobrevivió a las guerras de sucesión españolas y al incendio del Alcázar de Madrid. Fue parte del patrimonio de la Familia Real de España durante los reinados de Carlos III y Carlos IV hasta que, tras la invasión napoleónica, el hermano de Napoleón, José Bonaparte, ocupó el trono y acaba llevándose a Paris las joyas reales más valiosas como botín de guerra y, entre ellas “La Peregrina” panameña que tiempo después pasó a manos de Napoleón III como legado de Julia Clary quien fuera esposa de José Bonaparte. La Peregrina que ya había viajado bastante todavía tenía mucho que recorrer. Tras su caída, Napoleón III escapa a Inglaterra con aquella gema tan perfecta y la vende al marqués de Abercorn.
No se supo mucho de la famosa perla que con orgullo habían lucido tantas reinas hasta que en 1969 fue puesta en subasta Nueva York. Alfonso de Borbón intentó recuperarla, algunos dicen que por encargo de su abuela la reina Victoria Eugenia, viuda de Alfonso XIII, pero no ofreció lo suficiente y fue adquirida por el actor Richard Burton quien pagó por ella $37,000.00 y la obsequió a su amada, la famosa actriz Elizabeth Taylor, quien la recibió como regalo por su cumpleaños número 37.
La actriz lució la perla panameña en varias de sus famosas películas y cuando muere en 2011 la joya salió en subasta en la sala Christie´s de Nueva York donde se vendió por 11.8 millones de dólares.
¿Quién la adquirió? No ha sido divulgado, sin embargo, hace unos años la reina Letizia sorprendió al lucir una perla muy similar en un evento protocolar.
¿Logró la Monarquía Española recuperar “La Peregrina”? La polémica ya tiene algunos años, pues desde 1969 el duque de Alba, jefe de la Casa de la Reina Victoria Eugenia de España, dijo en rueda de prensa que la perla que tenía Elizabeth Taylor no era la auténtica y que la verdadera “Peregrina” estaba en poder de la reina española, quien la recibió de Alfonso XIII con motivo de su boda. Si en efecto la joya que tenía la Reina Victoria Eugenia era la auténtica ¿por qué enviar al nieto a pujar por la que no lo era? ¿Quién dice la verdad? ¿Será que hay dos “Peregrinas” con igual valor? ¿Será que aquel esclavo encontró más de una perla de esa forma hace ya más de 400 años? Según los joyeros hay dos, La Peregrina y La Peregrina II, la original que nunca fue perforada sino engarzada y la que obsequió Alfonso XIII a su esposa que sí está taladrada.
Termino el recorrido maravillada con la historia, admirando todavía más a los grandes retratistas de la corte, lamentando la suerte de aquellas que, aunque lucieron las más distinguidas joyas, murieron en lo que al parecer fue la verdadera función de las reinas, pariendo. Termino el recorrido pensando que afortunadamente ya no hay esclavos y las mujeres reinan igual que los hombres. Curiosamente a aquella perla le llamaron “Peregrina” por su forma y hoy pensamos en su nombre como símbolo de los interminables viajes que hizo desde que en 1560 aquel esclavo la encontró en Panamá, la tuvo entre sus manos y reconoció su valor. Para los reyes fue obsequio para sus reinas, para él fue el regalo de la libertad.
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Excelente escrito con un matiz histórico real que abarca varios períodos de la historia y varias casas reales además de informar sobre la bella gema. Felicitaciones! Jaime Ortgega