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La Reina de los Tristes Destinos

Actualizado: 26 jul 2018

El antiguo Palacio del Marqués de Matallana es el perfecto guardián de la historia de la niña que fue reina de España. Una cronología repleta de leyendas donde el amor, las traiciones, las luchas por el poder y las guerras sangrientas cobran vida. El edificio de estilo neoclásico construido entre 1776 y 1779, está situado en el barrio de Justicia, en distrito Centro de Madrid y es la sede del Museo del Romanticismo. Su visita nos traslada en el tiempo a un período cultural, artístico y literario que se inicia en Europa a finales del siglo XVIII, extendiéndose por el mundo y que perdura hasta mediados del siglo XIX.


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Reia Isabel II

La protagonista principal de nuestro recorrido es la reina Isabel II, conocida popularmente como “la reina de los tristes destinos”. Declarada reina con solo tres años de edad, poco después de que su padre el rey Fernando VII, derogara en el lecho de muerte el Reglamento de Sucesión que impedía a una mujer heredar el trono. El museo nos da la bienvenida con varias pinturas donde aparece la niña Isabel luciendo el trono, la corona y el cetro y a través del recorrido nos cuenta como tuvo que enfrentar a su tío, Carlos de Borbón, quien reclamaba el trono, reclamo que provocó las conocidas Guerras Carlistas que dejaron miles de muertos.




El Palacio conserva el oratorio original con suelo de mármol y ventanal con el emblema de sus primeros propietarios, los Condes de la Puebla del Maestre. La propiedad ha sido restaurada en varias ocasiones, pero se mantiene fiel al estilo del siglo XIX con verdaderas obras de arte de la época, en su mayoría donadas por el II Marqués de la Vega–Inclan, creador del museo.


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Óleo sobre lienzo de Francisco Goya

Una de sus piezas más valiosas es sin duda "El Oratorio San Gregorio Magno", un espectacular óleo sobre lienzo de Francisco de Goya. Con el paso de los años el museo ha ido adquiriendo otras piezas valiosas como el reclinatorio original de caoba y terciopelo que utilizaba la propia Isabel II y que ahora se luce frente al Goya.


En aquel entonces el salón de baile era muy importante para las familias nobles, especialmente para los nuevos burgueses. Solía ser la estancia más espaciosa donde se exhibían los objetos de valor de la familia. La industria textil empezaba a surgir y se ponían de moda las tapicerías llamativas, las sedas, las cortinas pesadas, los flecos y el capitoné. Un estilo un recargado que iba muy bien de la mano del coleccionismo y la mezcla de estilos. Grandes espejos, oro y lámparas de araña fernandina se lucen bajo el hermoso fresco procedente del Casino de la Reina, propiedad de la reina Isabel de Braganza.


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Arpa utilizada por la reina Isabel II

Destacan por su belleza el arpa y el piano que adornan la sala de baile. Ambos instrumentos musicales pertenecieron a la reina Isabel II, que encontró refugio en la música cuando a los dieciséis años la casaron con su primo Francisco de Asís de Borbón, quien según los registros históricos “era delgado de gesto amanerado, de voz atiplada y andares de muñeca mecánica. En la intimidad le llamaban Paquita. Le gustaban los baños, los perfumes, las joyas y las telas finas”…


El recorrido sigue y te olvidas que estás en un museo. Parece en realidad que entraste a un palacio invitado por sus propietarios.



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Comedor de una casa burguesa del siglo XIX

Una de las salas más lindas es sin ninguna duda el comedor, una de las estancias importantes en las casas burguesas, cuando surge la idea de dejar una mesa fija para recibir visitas, en vez de mover una mesa como se hacía hasta entonces. Aquí tenían lugar las largas comidas para agasajar a los invitados. El lugar está repleto de juegos de porcelanas francesas e inglesas, fuentes y vajillas. Llama la atención por los detalles en la mesa colocada siguiendo una rigurosa etiqueta. Las vajillas y cubiertos se diversifican para impresionar a los invitados.




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Retrete del Rey Fernando VII

El palacio que consta de más de veinte salas, guarda tesoros tan personales como los objetos de aseo del rey Fernando VII, incluyendo su retrete. También en el Boudoir, o sala para las mujeres hay sombrillas, anteojos para ópera, guantes y joyería de la reina. El salón era el refugio para que las mujeres recibieran a sus amigas. Allí podían conversar, bordar e incluso leer en voz alta turnándose la tarea.


Es la etapa en donde el sentimiento se convierte en el eje en el que gira todo por encima de la razón. Todos buscan las artes y surgen las tertulias literarias entre las clases pudientes. Madrid era entonces una ciudad de doscientos mil habitantes, de los cuales el 80% eran analfabetas, pero aunque resulte increíble circulaban dieciocho periódicos.


Para los hombres había otras áreas especialmente diseñadas para su comodidad. El Fumoir no podía faltar, especialmente cuando los médicos le asignaban al tabaco ciertas propiedades beneficiosas. La decoración oriental cobraba fuerza en ese periodo donde lo lejano y exótico era admirado. El billar llega a España con Luis XIV y se convierte en práctica común que los varones se fueran a jugar después de una larga comida.


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Retratos de mujeres del siglo XIX

Abundan a lo largo del recorrido por el museo los retratos femeninos colgados de las paredes. Una interesante exposición sobre la evolución de la belleza en el siglo XIX. También hay una vistosa muestra de pinturas de lugares bellísimos, ya que es en el romanticismo cuando por primera vez el paisaje se convierte en el protagonista de las obras. Es además el momento de la búsqueda de la identidad nacional y eso se refleja en la pintura costumbrista con sus cuadros de bandoleros, toros y toreros, que escarban en la exaltación del pueblo.


La historia isabelina contada a través del arte. Una época convulsa donde la reina pasó de ser el símbolo de la libertad y el progreso a condenada y repudiada. Su matrimonio fracasó en los primeros meses, abocando a Isabel a la infelicidad que intentó compensar con una intensa y criticada vida amorosa en brazos de varios amantes. Tuvo once hijos, de los que solo cuatro llegaron a la edad adulta. A pesar de las críticas, durante su reinado España se modernizó notablemente gracias a que impulsó el ferrocarril y la más importante obra hidráulica, el Canal Isabel II. Además, a pesar de su prácticamente nula educación, reabrió varias universidades que habían sido cerradas por su padre. Tras el triunfo de la revolución en 1868 fue destronada y obligada al exilio en Francia. Dos años después abdicó al trono a favor de su hijo Alfonso, el futuro Alfonso XII y nunca regresó a España. Sus restos reposan en el Panteón de los Reyes, en el Monasterio del Escorial pero su destino, triste o no, se revive cada día cuando cientos de visitantes recorren el Museo del Romanticismo.


 

Fuentes:

Profesora Constanza Carmona - Licenciada en Historia del Arte

Museo del Romanticismo


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